Por ese exquisito alejamiento de la realidad, que a través de un lienzo y por momentos, necesitamos dejar fluir, es que la imaginación se permite su despliegue, bajo la forma de bellas imágenes a las que les agregamos un significado emocional que buscamos compartir con el resto de los seres que nos rodean, que también poseen y gozan de la facultad de imaginar.
La belleza del mundo emocional enriquece nuestras vidas.
La emoción ante todo lo que existe, como nuestro hogar, la Tierra, con lo que en él se sustenta, tendría que ser motivación suficiente para romper con nuestro egoísmo.
Nuestros hermanos y hermanas, de cualquier religión, color, nacionalidad y pensamiento de buena voluntad debieran ser una presencia lo suficientemente fuerte como para desbordarnos de amor universal. Amor universal que extenderíamos a las demás especies animales que también debieran arrancar de nosotros la responsabilidad y el respeto por sus vidas.
Si diéramos este paso en nuestro camino hacia una ansiada sabiduría, hacia un estado espiritual más elevado. Si aligeráramos nuestro espíritu de tal manera, probablemente muchos de los problemas que nos aquejan se solucionarían.
Los enfrentamientos inútiles por el miedo a no ser los que sobrevivamos, cesarían, porque no existirían los enemigos.
Y el arte es uno de los caminos en el que toda la humanidad se congrega, sin necesidad de una cultura o idioma en común.
Simplemente porque todos poseemos y gozamos de la capacidad de imaginar abstrayéndonos de la realidad, aunque solo sea por momentos, alcanzamos a través del arte, la mutua identificación que nos hermana.
Claudia.